Los mexicanos vivimos en un país de simulaciones. Nos encanta simular, fingir, falsear, suponer y aparentar. "Ahora sí, mañana te pago", decimos a sabiendas de que el pago se hará hasta que se pueda, es decir o en una semana o en un mes o quizá hasta en un año. "En México actuamos muy a tiempo para evitar que las circunstancias del crimen organizado tuvieran un escalamiento como el que llegaron a tener, desafortunadamente, en países hermanos como en Colombia", dijo Calderón durante la rueda de prensa conjunta con el presidente español, José Rodríguez Zapatero, el pasado 16 de mayo. He ahí una flagrante simulación de nuestro Presidente. Cuando escuchamos este tipo de declaraciones, hacemos como que las creemos, lo que significa que simulamos darles crédito. En realidad nos engañamos a nosotros mismos, porque a Calderón no le creemos ni papa. ¿Creerá él mismo lo que dice? ¿Estará realmente convencido de que en relación con el crimen organizado en México se ha actuado a tiempo? Me temo que sí, ahí está el detalle. ¿Le habrá creído Obama cuando Calderón repitió lo mismo en Estados Unidos? Claro que no. Bueno, tal vez le creyó a medias al recordar lo que dijera Hillary Clinton hace apenas unos días durante la reunión anual del Consejo de las Américas, un organismo privado: "La brutalidad, el barbarismo de los traficantes de drogas en México está más allá de la imaginación. Y necesitamos estrategias más inteligentes, más efectivas para lidiar con esta amenaza continua". Es evidente que la secretaria de Estado de Estados Unidos no recurrió a la simulación. De hecho, ha de estar hasta la coronilla de las simulaciones mexicanas con relación a este problema.
"Ante esta delicada e incierta situación por la que atraviesa Diego Fernández de Cevallos, por respeto a su familia, por el espacio que nos han pedido para las posibles negociaciones con los captores, pero por encima de todo, por el respeto a la vida de Diego, Noticieros Televisa ha tomado la decisión editorial de no volver a informar de este caso, hasta su desenlace... No ha sido, no, una decisión fácil, pero es, sí, una decisión firme", dijo López-Dóriga en su noticiario como parte de su comunicado el lunes pasado. Televisa simula preocuparse por el bienestar de la familia mexicana. Simula estar por la libertad de expresión. ¿Qué estará simulando Televisa en esta ocasión? ¿Le habrá creído el auditorio al conductor del noticiario más visto en nuestro país? ¿A qué intereses estará obedeciendo realmente la empresa? ¿Por qué, si llevamos años viendo y escuchando las noticias más violentas y desgarradoras de nuestro acontecer, ahora decide la empresa no cubrir más el caso Diego? ¿Qué hará el auditorio, aguantarse o cambiar al canal de Milenio o a los canales de cable? (¡Bendita Carmen Aristegui!)
Me temo que en México todas y todos simulamos. Los políticos simulan ser buenos políticos. Los abogados simulan ser honestos. Los comerciantes simulan vender a un precio justo. En los hospitales, las enfermeras simulan dar un servicio eficaz y humano. Las parejas que cumplen 50 años de casados simulan haber llevado una vida conyugal de absoluta felicidad. "Esta noche estuviste maravilloso...", dicen las amantes que simulan orgasmos apasionados. Los feligreses simulan una profunda devoción cuando regresan de comulgar. Muchos de los narcotraficantes simulan ser Robin Hood. Los futbolistas de nuestra Selección simulan "echarle ganas", como ellos mismos dicen. Los que andan siempre con un libro bajo el brazo simulan ser grandes lectores, cuando en realidad nada más leen las contraportadas de los libros. Pero sin duda, el gran simulador de todos los simuladores es Maciel. ¡Ah, cómo simulaba ser un gran guía espiritual! ¡Cómo simulaba ser un auténtico cristiano! ¿Y la gran simuladora? ¡Martita! Ella simulaba saber de política y simulaba que no le interesaba el poder.
Nadie podría negar que la simulación es todo un arte. Aristóteles Onassis utilizó este arte para tener éxito. Él solía decir: Vive en un edificio elegante, aunque sea en el sótano. Y que te vean siempre en el restaurante más lujoso de la ciudad, aunque sea sólo tomando una copa.
Por último diremos lo que decía Octavio Paz a propósito de este tema tan escabroso: "La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente, aunque después, terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable -y espuria- de su ser: está condenado a representar toda su vida, porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad. Simular es inventar o, mejor, aparentar y así eludir nuestra condición" ("Máscaras mexicanas", parte del libro El Laberinto de la Soledad).
"Ante esta delicada e incierta situación por la que atraviesa Diego Fernández de Cevallos, por respeto a su familia, por el espacio que nos han pedido para las posibles negociaciones con los captores, pero por encima de todo, por el respeto a la vida de Diego, Noticieros Televisa ha tomado la decisión editorial de no volver a informar de este caso, hasta su desenlace... No ha sido, no, una decisión fácil, pero es, sí, una decisión firme", dijo López-Dóriga en su noticiario como parte de su comunicado el lunes pasado. Televisa simula preocuparse por el bienestar de la familia mexicana. Simula estar por la libertad de expresión. ¿Qué estará simulando Televisa en esta ocasión? ¿Le habrá creído el auditorio al conductor del noticiario más visto en nuestro país? ¿A qué intereses estará obedeciendo realmente la empresa? ¿Por qué, si llevamos años viendo y escuchando las noticias más violentas y desgarradoras de nuestro acontecer, ahora decide la empresa no cubrir más el caso Diego? ¿Qué hará el auditorio, aguantarse o cambiar al canal de Milenio o a los canales de cable? (¡Bendita Carmen Aristegui!)
Me temo que en México todas y todos simulamos. Los políticos simulan ser buenos políticos. Los abogados simulan ser honestos. Los comerciantes simulan vender a un precio justo. En los hospitales, las enfermeras simulan dar un servicio eficaz y humano. Las parejas que cumplen 50 años de casados simulan haber llevado una vida conyugal de absoluta felicidad. "Esta noche estuviste maravilloso...", dicen las amantes que simulan orgasmos apasionados. Los feligreses simulan una profunda devoción cuando regresan de comulgar. Muchos de los narcotraficantes simulan ser Robin Hood. Los futbolistas de nuestra Selección simulan "echarle ganas", como ellos mismos dicen. Los que andan siempre con un libro bajo el brazo simulan ser grandes lectores, cuando en realidad nada más leen las contraportadas de los libros. Pero sin duda, el gran simulador de todos los simuladores es Maciel. ¡Ah, cómo simulaba ser un gran guía espiritual! ¡Cómo simulaba ser un auténtico cristiano! ¿Y la gran simuladora? ¡Martita! Ella simulaba saber de política y simulaba que no le interesaba el poder.
Nadie podría negar que la simulación es todo un arte. Aristóteles Onassis utilizó este arte para tener éxito. Él solía decir: Vive en un edificio elegante, aunque sea en el sótano. Y que te vean siempre en el restaurante más lujoso de la ciudad, aunque sea sólo tomando una copa.
Por último diremos lo que decía Octavio Paz a propósito de este tema tan escabroso: "La simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente, aunque después, terminada la representación, lo abandone como su piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable -y espuria- de su ser: está condenado a representar toda su vida, porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se instala en su ser y se convierte en el fondo último de su personalidad. Simular es inventar o, mejor, aparentar y así eludir nuestra condición" ("Máscaras mexicanas", parte del libro El Laberinto de la Soledad).
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